Gustavo Zapata*
Las preguntas abiertas en tiempo de crisis son invitaciones a pensar en colectivo.
En Ituzaingó lo hacemos y podemos reunirnos periódicamente con los y las compañeras desde el llano a escuchar lo que dicen otrxs que también construyen organización en distintos ámbitos: barrio, lugares de trabajo, clubes, centros de jubilados, escuelas o Estado municipal.
En Morón asistimos como testigos a una división que nos deja expuestos y desamparados ante un gobierno nacional cada vez más agresivo y siempre empobrecedor. No hay diálogo en Hurlingham.
Los problemas de nuestro pueblo ordenan las prioridades: comida, vivienda, salud pública, trabajo, asistencia a las personas mayores, cuidado de menores y vulnerables. En segundo plano otros derechos que permiten una vida digna a tono con lo que es posible como comunidad organizada. Comunicarse, proveer energía, bienes y servicios con formas de comercialización y acceso, optimizar la producción con transportes accesibles y baratos, pensar un hábitat verde y vivible, coordinar estos sistemas en relativa armonía con un Estado que proteja y prevenga el “todos contra todos”.
O la iglesia de la propiedad privada o los bienes son de uso social para las comunidades.
Quienes piensan que el dólar es religión, no tienen otro destino más que la fuga a esconderlos y armarse protegiéndolos con alambres electrificados y no pagar impuestos (salirse de la solidaridad social concurrente), convertirse en individuos que no respetan parentesco, nación o pelaje para defenderse del mundo.
Quienes ponemos por delante de cualquier otra consideración la familia, el barrio o la red de pertenencia, habemos prioridades más humanitarias. Sabemos que somos porque el conjunto existe, que somos su producto y no hay destino afuera. Solo necesitamos las armas para defender nuestra noción de Patria. Preferimos el abrazo antes que la desconfianza.
Pero hay consecuencias en esa concepción de uso social, por ejemplo recuperar el sentido de palabras que no están de moda, como nacionalización, expropiación o confiscación.
Si decenas de millones se amontonan en un conurbano contaminado sin acceso a la tierra, se hace necesario revisar en sentido de la propiedad de aquellos que se apropiaron de lo ajeno, lo público o incluso compraron a bajo precio para especular.
Son decisiones difíciles para quienes creen que gobernar es administrar lo existente, sin molestar a los ricos y propietarios.
¿Qué se puede hacer? A modo de ejemplos: Si alguien para guardar sus riquezas (bien o mal habidas) compra más de una vivienda, pasa a vivir de las necesidades de quien no las obtendrá. Eso es el mercado.
¿No se puede ayudar a gestionar el precio de acceso?
Millones no pueden alquilar y por otro lado, hay quienes construyen. ¿El Estado municipal, primera línea de protección de la población no debiera pensar y ejecutar acciones para equilibrar la injusticia destructora del mercado? Por ejemplo: ¿Cobrar tasas extras y fuertes a propietarias/os de más de 2 viviendas para que tengan que alquilar, obligar a alquilar? O generar un sistema de seguros o garantías públicas? o ¿ablandar exigencias de ingreso? ¿Sindicalizar a inquilinos/as para negociar colectivamente frente al poder de las cámaras?
A otro nivel de decisiones, se requiere descentralizar industria y producción para desconcentrar población. Cuando éramos un país serio había innumerables pueblos cada uno con sus empresas medianas o chicas repartidos en las provincias, conectadas por ferrocarril. Eso dice que es posible repoblar una pampa húmeda llena de soja y vacía de gente. O seguiremos dependiendo de emprendimientos privados que llevan a quienes pueden pagar (caro) a country cercados? Bolsas de riqueza en un mar de miseria. ¿O seguiremos encerrando en villas o asentamientos a más pobres en condiciones de hacinamiento/violencia, redes de narcos y degradación creciente. Hacemos algo o la realidad cae sobre nosotras y nosotros.
Otro ejemplo: la producción de alimentos.
Las guerras han enseñado cómo se organiza una red de racionamiento y cómo combatir los mercados negros. Pero también cómo producir comida desde la propia comunidad.
Hurlingham tiene un tercio del territorio con el INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria). ¿Es posible producir comida con la experiencia de los técnicos y científicos, organizaciones sociales, los planes, el alumnado y el potencial del voluntariado, la Universidad? No es un desperdicio de recursos y posibilidades a cielo abierto.
Hay incluso una escuela agraria, 3 escuelas técnicas con maquinarias y docentes capaces de resolver prototipos, procedimientos y mecanismos de producción cada vez más eficientes. Un Consejo Escolar que puede organizar la provisión para comedores escolares o centros de jubilados con lo que se produzca en esos espacios.
¿Qué falta entonces? Planificación estatal capaz de levantar la cabeza de rosqueos estériles y poner a combinar lo existente hacia lo necesario.
Es la diferencia entre tener o no tener conducción política.
*Gustavo Zapata
Secretario general de CTA
Morón –Hurlingham -Ituzaingó
Cro Roman: si. Allá son realistas. En Berlín se avanzo sobre gigantes inmobiliarios desde el Estado .En España se sindicalizaron los inquilinos..es una tarea posible para partidos y sindicatos. Un abrazo
Los distintos planteos del texto de Gustavo son coherentes con un estado responsable. La cantidad dd familias que ya no pueden alquilar, al borde de habitar las veredas es un golpe al colectivo sensible. Es complicado resolver desde una gestión municipal.
Pero no imposible. Con garra y convicción se podría.
Hola, querida Stella: creo que esta es una deuda de la democracia. Axel hace algo.con ll que tiene. Todas las semanas vemos que entrega decenas de casas, pero la necesidad es de millones. Los chinos construyen ciudades en meses. Pero allá toda la tierra es estatal…habrá de pensar en expropiar…un gran y sentido abrazo
Ciudades comunistas, como París o Londres, aplican un impuesto muy alto a las viviendas desocupadas durante más de seis meses seguidos.
Países comunistas, como EEUU protegen su economía dificultando el acceso de productos importados.
El socialismo yanqui llega el extremo de obligar a dividir empresas monopólicas.